jueves, 20 de noviembre de 2008

ENTREVISTA A ÁLVARO DELGADO EN EL PUNTO DE LAS ARTES

El artista Álvaro Delgado Ramos, Madrid 1922, expuso hasta el día 16 del mes pasado en la Sala de Exposiciones de la Delegación del Principado de Asturias en Madrid. La exposición reunía una selección de casi cincuenta obras realizadas en los últimos quince años que mostraban la vinculación que por lo visto mantiene A. Delgado con Asturias. El artista reflexiona sobre la situación actual del arte en una entrevista realizada por Tomás Paredes publicada en El Punto de las Artes, edición del 10 al 16 de octubre de 2008. En ella Delgado opina que el arte no sucede, que ha entrado en crisis al haberse puesto al servicio de un mercado dirigido y controlado por hábiles vendedores exentos de la información cultural necesaria. Pero ante esta reflexión cabría cuestionarse a qué clase de arte se refiere Delgado. Está claro que se refiere al arte de galería, y las galerías son espacios comerciales en los que las obras de arte se convierten en meros objetos mercantiles. Son lugares de exposición y compraventa, gestionados por empresarios que velan por su negocio y no por la cultura. Podemos pensar que son crueles e injustos, pero acaso ¿esperábamos otra cosa? Es que ¿en algún momento los comerciantes de arte lo han sacrificado todo por un arte "real" y "cultural"? o ¿es la idea romántica que nos han enseñado y nos hemos creído? Vivimos en un sistema capitalista, y no existe estrato público o privado que quede exento y libre de comercialización y salvaje competencia. Por suerte en muchos aspectos podemos, sin olvidar que desde dentro del sistema, decidir jugar a otro juego. ¿No le gusta como funciona el mercado del arte? a mí tampoco, pero este señor habla de arte como si sólo existiera en esa esfera en ese círculo elevado, inestable, competitivo y ajeno a otras muchas realidades que existen fuera de él. Fuera de las paredes blancas y asépticas de la galería, donde a modo de escaparate se exhiben productos como en una tienda de decoración o souvenirs; fuera del museo donde generalmente reposan inamovibles y momificados, cadavéricos mitos endiosados por la historia, en la calle el arte sucede. La cultura es hacer desde la sociedad para la sociedad, no para un mercado. Que algo se venda como arte no le confiere a ese algo la condición de arte, es la comunidad artística que le otorga tal condición, y la comunidad artística no se reduce a los comerciantes y críticos, sino a gente interesada e involucrada en lo que se origina. Ejemplos de ello son el de A.F.R.I.K.A. Gruppe, Guerrilla Garden, o el movimiento NetArt, sin tener en cuenta, en el último caso, que algunos de sus miembros acabaron por traicionar uno de los puntos de su manifiesto, que era el del anonimato y disolución del "autor".
En la siguiente pregunta Delgado afirma que una vaca en formol no es arte porque no tiene historia, es algo que está ahí, ajeno a la emoción. Entonces ¿el arte precisa de historia? Cualquier cosa, cualquier idea u objeto tiene algo de "historia", cualquier piedra tiene una historia, es por lo tanto éste un argumento un tanto pobre, para diferenciar lo que es arte de lo que no. Si el arte debe ser emoción hay que tener en cuenta que no a todos nos emocionan las mismas cosas. La emoción que algo despierta en cada uno de nosotros ¿es acaso objetiva y universalmente mesurable? El Diario de Patricia ofrece emociones a los espectadores, hay personas que se sienten emocionadas, y nunca diremos que es un producto artístico.
Delgado añade que el arte depende de las manos del artista, de quien lo hace, y que responde a una preocupación del hombre, ante la gran incógnita de quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos. Todos estamos de acuerdo en que la Giocconda de Da Vinci es una obra de arte, o el Berlín, de Eduardo Chillida y no parece que busquen respuesta a ninguna de estas cuestiones, ni que reflexionen sobre ellas. La historia demuestra que no es imprescindible tal trascendencia para que el arte sea arte. ¿Qué fines debe perseguir una persona para que le conviertan en artistas? ¿Quién es el artista? Si el artista es según la definición del Diccionario de la RAE: "persona que ejercita alguna arte bella" o "persona dotada de la virtud y disposición necesarias para alguna de las bellas artes", y el arte depende de que quien lo cree sea artista, el artista no es un profeta, simplemente es un originador de cosas. Así pues el argumento de Delgado cojea, el artista no depende de sus manos, depende de su preparación.
En la tercera pregunta: "¿Sangre sidosa, egestión, excremento de elefante, vísceras?" Delgado responde: "Eso no cambia nada, el que no tenga nada que decir, a pesar de esa casquería, no dirá nada. Son ocurrencias que gente ‘esnob’ las adquiere por esnobismo, pero las ocurrencias tienen un tiempo de vida, ahora muy corto." ¿Quién es él para juzgar quien tiene o no algo que decir? Por la misma regla de tres nosotros podemos opinar y sentir que es él quien no tiene nada que contar ni que aportar. Una talla en piedra, un urinario, un graffiti en un muro, o incluso unas tripas de cerdo, pueden ser simples excusas para decir lo que uno necesita decir. El simple hecho de que alguien llegue a pagar 125.000 euros, por ejemplo, por una de las 90 latas de mierda de artista de Piero Manzoni ya dice mucho aunque no deje de ser perfectamente criticable, pero también se criticó vorazmente en su día la Torre Eiffel y aparece en todos los libros de historia. Por cierto ¿es necesario que el arte nos diga algo? ¿Qué el artista tenga algo que decir?
Ante la pregunta "¿Queda lugar para la pintura?" Delgado declara que no, pero todos sabemos que lo que más se sigue vendiendo son las obras pictóricas. Luego añade que "Falta gente de primera línea que se asome a hacerse preguntas de primera magnitud. El arte es un lenguaje al servicio de ideas nobles y el mundo tiende a la horterez y la chabacanería con lo que se produce un desencuentro". Estamos de acuerdo en que por ejemplo en ARCO se pueden ver y se venden alguna que otra (demasiadas) verdadera atrocidad. Sin embargo, es injusto afirmar que escaseen las grandes preguntas e ideas entre los artistas más valorados y cotizados. En todo caso es posible que abunden en otras esferas artísticas. ¿A caso el arte es un lenguaje o es tradición e historia?
La crítica ya no tiene el peso que tenía años atrás, cuando era uno de los orientadores de mercado principales, si no el mayor. Como dice Delgado ahora no hay tiempo, todo es precipitado. Y es que hay tal cantidad de supuestos nuevos movimientos o acciones artísticas (llámense productos) y se dan a tal velocidad que es imposible una crítica mínimamente seria y menos aún crear un contexto histórico-artístico. La crítica de hoy en día es simplemente como el arte de hoy en día: rápida y circunstancial. Esto no es necesariamente negativo, porque el consumidor no debería necesitar de ningún crítico para hacer sus propias valoraciones. Así que si hablamos del arte de hoy en día como una industria, que la mayor parte lo es, simplemente hay que entender que el crítico es una pieza más del mercado, no existe independientemente. Al fin y al cabo un crítico no es más que alguien que se gana la vida hablando sobre algo que ha hecho otro.
Delgado tiene razón en cuanto a que la idea de que el arte era una buena inversión ha hecho mucho daño, lo que no queda tan claro es que a través de esto se buscara un efecto concreto más que el de hacer dinero y mucho menos su afirmación de que tal efecto se haya invertido.
Cabe decir que la humildad es una gran virtud, y que además es bueno que un artista no quiera aburrir, a nosotros tampoco nos gusta que nos aburran. Todo está cambiando, y es por eso mismo que hoy en día no podemos comparar a nadie con Leonardo o Picasso, por que son otros estos, nuestros tiempos, pero no por ello debemos compadecernos. En la época de Tiziano tampoco lo valoraban del mismo modo que lo valoramos nosotros ahora, entre otras cosas porque en su época ni siquiera existía el concepto de arte, así que sería bastante ingenuo compararnos con él, así como con Praxíteles o Velázquez.
Quizá el tiempo demuestre que Álvaro Delgado estaba ya atrasado a su época, que era uno de esos apocalípticos que no entienden el presente porque se han quedado atrás. Que por miedo a que se derrumben y se transformen las viejas estructuras, fuera de las cuales no se siente capaz, se limita a ofrecer resistencia, toma el papel de elemento paralizador.